A Nidia Callegari Melo
y Carlo Candida
Maestros de vida (y de
periodismo)
El filósofo francés
Claude Lévi-Strauss, siguiendo a Jakobson y a muchos otros, fue el primer intelectual europeo en reconocer
que la comunicación es uno de los universales de la cultura humana. Sin
embargo, tengo que admitir que no fue él quien me enseñó este principio
paradigmático de la antropología. Mis maestros, en este campo, han sido todos
aquellos periodistas, comunicadores, artistas y educadores que encontré en mi
camino quienes para combatir una
cotidianidad de conflictos, entendieron
el valor del diálogo en la construcción de la paz.
Es a todos ellos y
ellas, trabajadores en la sombra al servicio de los otros, a quienes
dirijo mis agradecimientos, por haberme
dado esperanza al mostrarme el camino de la efectividad de la comunicación en
el logro de cambiar pequeñas y grandes cosas.
En primer lugar,
quiero recordar la pasión y el esfuerzo prodigados por Carlo “Carletto”
Candida, en Italia, y Nidia Callegari Melo, en Colombia, para enseñarme la
verdadera alma del periodismo, así como las joyas y dolores de este oficio. Les
agradezco la amistad incondicional.
En segundo lugar,
agradezco a todos mis colegas de trabajo en Colombia, compañeros de reflexiones
que me han ayudado a comprender los verdaderos desafíos de la paz en el
continente latinoamericano. Entre ellos, quiero recordar sobre todo a los
profesores David Amórtegui, Carlos Cárdenas, Chris Gil, Felipe Ardila, Vannessa
Vargas y Ronan Guillou de la Universidad
Pedagógica Nacional; los profesores Margarita Serje, Alexander Herrera, Claudia
Steiner y Carl Langebaek, de la Universidades de Los Andes; los profesores Beatriz
Enciso, Patricia Bryon, Eliana Herrera, Maria Teresa Suarez y Maria Ligia
Herrera de la Universidad Santo Tomás; el profesor Andrés Morales del
Politécnico Grancolombiano y el profesor Daniel Valencia de la Pontificia
Universidad Javeriana; Claudia Rincón y Erik Fattorelli, del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Refugiados y, last but not least, my brotha Padre Matthew Arose Magak, IMC.
En tercer lugar, no
puedo olvidar a quienes me han motivado para escribir las páginas que siguen:
mis estudiantes y asistentes de investigación. A ellos quienes con paciencia y
entrega han conseguido aguantar mis inoportunos cambios de humor, mis
cigarrillos y mis presunciones. Gracias sobre todo a Iván Buelvas, Diana
Torres, Camilo Rios, Enrique Chaparro, Ángela Velandia, José Luis Tami,
Alejandra Salamanca, Carolina Rojas, Catalina Ruiz, David Rubio, Alessia
Belcastro y Laura Robles; porque me han enseñado el verdadero espíritu de la
investigación.
Para concluir, este
trabajo no hubiera podido ver la luz sin mi familia siciliana que me ha dado
una identidad, una lengua y una tierra, a las cuales he podido añadir, gracias
a su apoyo constante, otras identidades, otras lenguas y otras tierras.
Finalmente, mis
esfuerzos, investigaciones y aportes en la construcción de la paz son para Amasipu y Luna, quienes me sostienen y me
llevan de la mano.
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